23 de diciembre de 2009

BienAlSur

si señores!

nieve en mi blog...

=)

23 de diciembre dosMILnueve

Si sigo intentando desblokearme voy a enloquecer aun mas..
mejor dejar que todo pase solo no?
no hay mal q dure cien años ni idiota q lo soporte...
mmm quien dijo eso? no me acuerdo y no importa..

anyway..


porque coño me enrosco tanto?
porque carajo todo el tiempo tengo o me hago bardos?

porque?

porque?

porque?

porque tengo tantas cosas en la cabeza??
porque no me dejo de romper las pelotas y me voy a dormir?
ja nose..
tengo el fucking sueño cambiado
gracias casino club me cagaste la existencia!! ^__^


pero.... no tengo ganas de escribir nada..

asike me fui...



*LadyLo*



9 de diciembre de 2009

and love said NO

ahora que "para siempre" no dura tanto...


8 de diciembre de 2009

Girl, interrupted

¡Mierda! Dime que no arrastras la navaja por tu piel y rezas por el valor de no apretar con fuerza hacia abajo.- ¡Las navajas duelen! Los rios mojan. El ácido mancha. Las sobredosis te acalambran, y otras te causan nauseas. Las sogas agarradas a la viga del sotano no aguantan, y se éstas terminan quebrandose. El gas tiene un edor insoportable... ¡Más te vale seguir viviendo!


¡Escuchame! Sé lo que es querer morirse, como duele sonreir, como tratas de encajar en un lado y no puedes. ¡Como te lastimas por fuera por tratar de matar lo que llevas dentro!


Quizá haya un momento al nacer en que algo se desprende. Quizá buscamos secretos porque no entendemos la mente... A veces la única forma de mantenerse sano es volverse un poco loco... Sólo a veces.



Please, dont forget about me

De todas las cosas que ha escrito la que siempre he senti­do más cercana es que mientras se nos recuerda, segui­mos vivos. Recuérdame, por favor, aunque sea en un rincón y a escondidas. No me de­jes ir.

A veces
por supuesto
usted sonríe
y no importa lo linda o lo fea
lo vieja o lo joven
lo mucho o lo poco que usted realmente sea

Sonríe
cual si fuese
una revelación
y su sonrisa anula
todas las anteriores
caducan al instante
sus rostros como máscaras
sus ojos duros
frágiles
como espejos en óvalo
su boca de morder
su mentón de capricho
sus pómulos fragantes
sus párpados
su miedo

sonríe
y usted nace
asume el mundo
mira
sin mirar
indefensa
desnuda
transparente

y a lo mejor
si la sonrisa viene
de muy
de muy adentro
usted puede llorar
sencillamente
sin desgarrarse
sin desesperarse
sin convocar la muerte
ni sentirse vacía

llorar
sólo llorar

entonces su sonrisa
si todavía existe
se vuelve un arcoiris.



Mario Benedetti














Lo maravilloso de la infancia
es que cualquier cosa
en ella
es maravillosa.

in love...

Amar es como una droga. Al principio hay una sensación de euforia, de entrega total. Después, al día siguiente, quieres más. Todavía no te has enviciado, pero te ha gustado la sensación, y te parece que puedes mantenerla bajo control. Piensas en la persona amada durante dos minutos y la olvidas durante tres horas. Pero al poco tiempo te acostumbras a esa persona, y pasas a depender totalmente de ella. Entonces piensas en ella durante tres horas y la olvidas durante dos minutos. Si no está cerca, experimentas las mismas sensaciones que los viciosos cuando no consiguen droga. En ese momento, así como los viciosos roban y se humillan para conseguir lo que necesitan, tú estás dispuesto a hacer cualquier cosa por el amor.

7 de diciembre de 2009

A orillas del río Piedra me senté y lloré. II


A veces nos invade una sensación de tristeza que no logramos controlar, decía él. Percibimos que el instante mágico de aquel día pasó, y que nada hicimos. Entonces la vida esconde su magia y su arte. Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día, y que todavía existe dentro de nosotros. Ese niño entien­de de momentos mágicos. Podemos reprimir su llanto, pero no podemos acallar su voz. Ese niño que fuimos un día continúa presente. Bie­naventurados los pequeños, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, no tiene sentido seguir viviendo. Existen muchas maneras de suicidarse. Los que tratan de matar el cuerpo y los que tratan de matar el alma, aunque su crimen sea menos visible a lo ojos del hombre.'' Prestemos atención a lo que nos dice el niño que tenemos guardado en el pecho. No nos avergoncemos por causa de él. No dejemos que sufra miedo, porque está solo y casi nunca se le escucha. Permitamos que tome un poco las riendas de nues­tra existencia. Ese niño sabe que un día es diferente de otro. Hagamos que se vuelva a sentir amado. Hagamos se sienta bien, aunque eso signifique obrar de una manera a la que no estamos acostumbrados, aunque parezca estupidez a los ojos de los demás. Si escuchamos al niño que tenemos en él alma, nuestros ojos volverán a brillar. Si no perdemos el contacto con ese niño, no perderemos el contacto con la vida.

A orillas del río Piedra me senté y lloré. I


Es necesario correr riesgos, decía. Solo entendemos del todo el milagro de la vida cuando dejamos que suceda lo inesperado. Todos los días nos dan, junto con el sol, un mo­mento en el que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. Todos los días tratamos de fingir que no percibimos, ese momento, que ese momento no existe, que hoy es igual que ayer y será igual que mañana. Pero quien presta atención a su día, descubre el instante má­gico. Puede estar escondido en la hora en que metemos la llave en la puerta por la mañana, en el instante de si­lencio después del almuerzo, en las mil y una cosas que nos parecen iguales. Ese momento existe: un momento en el que toda la fuerza de las estrellas pasa a través de nosotros y nos permite hacer milagros. - La felicidad es a veces una bendición, pero por lo ge­neral es una conquista. El instante mágico del día nos ayuda a cambiar, nos hace ir en busca de nuestros sue­ños. Vamos a sufrir, vamos a tener momentos difíciles, vamos a afrontar muchas desilusiones..., pero todo es pasajero y no deja marcas. Y en el futuro podemos mi­rar hacia atrás con orgullo y fe. Pobre del que tiene miedo de correr riesgos. Porque ése quizá no se decepcione nunca, ni tenga desilusio­nes, ni sufra como los que persiguen un sueño. Pero al mirar hacia, atrás —porque siempre miramos hacia atrás – oirá que el corazón le dice: “¿Qué hiciste con los milagros que Dios sembró en tus días?¿Qué hiciste con los talentos que tu Maestro te confió? Los enterraste en el fondo de una cueva, porque tenias miedo de perderlos. Entonces, ésta es tu herencia: la certeza de que has desperdiciado tu vida.” Pobre de quien escucha estas palabras. Porque entonces creerá en milagros, pero los instantes mágicos de su vida ya habrán pasado

A orillas del río Piedra me senté y lloré.

A orillas del río Piedra me senté y lloré. Cuenta una leyenda que todo lo que cae en las aguas de este río —las hojas, los insectos, las plumas de las aves— se transforma en las piedras de su lecho. Ah, si pudiera arrancarme el corazón del pecho y tirarlo a la corriente; así no habría más dolor, ni nostalgia, ni recuerdos.

A orillas del río Piedra me senté y lloré. El frío del invierno me hacía sentir las lágrimas en el rostro, que se mezclaban con las aguas heladas que pasaban por delante de mí. En algún lugar ese río se junta con otro, después con otro, hasta que —lejos de mis ojos y de mi corazón— todas esas aguas se confunden con el mar.

Que mis lágrimas corran así bien lejos, para que mi amor nunca sepa que un día lloré por él. Que mis lágrimas corran bien lejos, así olvidaré el río Piedra, el monasterio, la iglesia en los Pirineos, la bruma, los caminos que recorrimos juntos.

Olvidaré los caminos, las montañas y los campos de mis sueños, sueños que eran míos y que yo no co­nocía.

Me acuerdo de mi instante mágico, de aquel mo­mento en el que .un «sí» o un «no» puede cambiar toda nuestra existencia. Parece que sucedió hace tan­to tiempo y, sin embargo, hace apenas una semana que reencontré a mi amado y lo perdí.

A orillas del río Piedra escribí esta historia. Las manos se me helaban, las piernas se me entumecían a causa del frío y de la postura, y tenía que descansar continuamente.

—Procura vivir. Deja los recuerdos para los viejos —decía él.

Quizá el amor nos hace envejecer antes de tiempo, y nos vuelve jóvenes cuando pasa la juventud. Pero ¿cómo no recordar aquellos momentos? Por eso es­cribía, para transformar la tristeza en nostalgia, la so­ledad en recuerdos. Para que, cuando acabara de contarme a mí misma esta historia, pudiese jugar en el Piedra; eso me había dicho la mujer que me acogió. Así —recordando las palabras de una santa— las aguas apagarían lo que el fuego escribió.

Todas las historias de amor son iguales.